Regina y el Seguro
Llegó la Regina a ayudar con la limpieza. Venía de buenas y apenas vestida, con ese apenas, muy ajustado. Varios vecinos la esperan todos los viernes para verla pasar. Viéndola, uno comprende por qué la ilación carnal es uno de los actos que menos tiempo toma y más problemas causa.
“Qué mal día ayer, Don… 7 horas en la clínica esperando a que atendieran a la comadre. Qué servicio”. “¿Tienen seguro popular?”. “Pues sí, o ¿usted me paga un seguro médico?” “No”.
“Ah… Bueno, por lo menos nos atienden. Aunque la verdad, el seguro popular se parece mucho a las batas que te ponen en el hospital: te cubre mucho menos de lo que crees”. “¿Y qué pasó ayer?” “Puros corajes. Cuando el doctor le preguntó a la comadre si practicaba la prostitución y ella le explicó que la había practicado de joven, pero que ahora la ejercía profesionalmente, él le contestó que era una lástima porque venía la quincena y ella tendría que cambiar el retozo por el reposo y que además, no tenían la medicina que necesitaba. ¡Siete horas esperando para eso!”.
“¿Y entonces?” “El cínico del doctor todavía me sonríe y me dice que como le recuerdo mucho a una edecán con la que se entendía, que me puede dar una revisada para aprovechar la espera”. “¿Qué le dijiste?” “Ay, Don, le dije que se ahorrara el aliento, porque lo necesitaría para inflar a su muñeca en la noche. Da coraje, Don”. “¿Qué? ¿Lo de la edecán? ” “No Don, el mal servicio. “
“Pues sí, Regina. Pero eso pasa siempre que el gobierno se encarga. Recuerda que los gobiernos sólo son capaces e inteligentes en los momentos en que no existan razones fuertes que exijan todo de su eficacia y capacidad. Si no aprendemos a exigir, no llegaremos muy lejos, Regina”.
Ojalá se mejore la comadre pronto, dicen que se le extraña.